«El fenómeno es demasiado complejo para tener explicaciones claras», dice Rodrigo Cienfuegos, ingeniero hidráulico de la Universidad Católica. Se refiere al maremoto, que al igual que el terremoto de febrero pasado habría sido doble. |
«El fenómeno es demasiado complejo para tener explicaciones claras», dice Rodrigo Cienfuegos, ingeniero hidráulico de la Universidad Católica. Se refiere al maremoto, que al igual que el terremoto de febrero pasado habría sido doble. Junto a Patricio Catalán de la U. Santa María, Patricio Winckler de la U. de Valparaíso y Manuel Contreras de la U. de Playa Ancha, Cienfuegos partió el 11 de marzo al sur a medir los efectos del maremoto en la costa. Observaron desde Ritoque hasta Constitución. Mientras, un grupo de científicos estadounidenses hizo lo mismo en la otra mitad de la zona afectada. Aunque aún están estudiando los datos recolectados, ya tienen algunas conclusiones preliminares. Doble impacto En Pichilemu, Puertecillo y Topocalma detectaron que tierra adentro el agua alcanzó una altura superior a la de otras áreas. «Esperábamos encontrar esos máximos en Constitución, más cerca del epicentro, pero no en esta zona», dice. Comparando esos datos con los dos focos de liberación de energía del terremoto (ver infografía), Cienfuegos se dio cuenta de que en esa área el Servicio Geológico de EE.UU. había ubicado el segundo foco. Ello implicaría que el maremoto tuvo dos orígenes, desplazando agua en sentidos opuestos. «Nosotros ya habíamos detectado este fenómeno. En Iloca, la gente relata que a 15 minutos del terremoto hubo una subida del mar, pero sin fuerza. Pero 40 minutos después, una gran ola llegó desde el norte y luego otra mayor desde el sur. Ambas con sólo 5 minutos de diferencia», cuenta. Iloca quedó entre los dos focos. «En mar abierto, por la profundidad, el agua puede alcanzar la misma velocidad que un avión, pero cerca de la costa ésta avanza sólo entre 30 y 50 km/hr», ejemplifica. Cuando la ola se mueve en paralelo a la costa, entra de lado al continente y choca con los accidentes geográficos (penínsulas, por ejemplo) que encuentra de frente. En ese choque, la ola no disipa toda su energía y rebota como si fuera una pelota de pinball. «Por eso, en muchas zonas, como Llolleo, el mar estuvo en movimiento por varias horas», explica. «Los dos focos de maremoto, sumados a la intensa pendiente del fondo marino y a lo accidentado de la geografía costera, dejan muchas cosas por entender», asegura. Otro aspecto que también fue evidente para los científicos es la capacidad protectora de las dunas. Tanto en Punta de Lobos como en Pichilemu, observaron que el agua se desvió gracias a estas montañas de arena. «Esto permitió que tales zonas sólo se inundaran, y no fueran arrasadas; las dunas cubiertas de vegetación actuaron como barreras, resistiendo el golpe de la masa de agua», explica. Cienfuegos estima que no sólo se deben conservar estas formaciones («aunque tapen la vista») sino, incluso, se podrían cultivar para resguardar zonas costeras. |