Inmersión a 110 metros con ayuda de un robot especializado permitió conseguir imágenes en alta definición de corales y algas, especies que no son características a esa profundidad. La transparencia del agua permite que se desarrollen ahí. |
Michel García, buzo profesional francés que en 1978 se radicó en isla de Pascua, suma siete expediciones a las aguas que rodean la isla Salas y Gómez. «Es un lugar poco explorado y sumergirse ahí te da la sensación de bucear donde no ha estado nadie», cuenta. Es, también, como hacer un viaje al pasado: en Salas y Gómez ve lo mismo que observó en las aguas de la isla de Pascua hace 30 años, cuando la pesca no era una gran amenaza para los grandes depredadores que hoy rara vez se divisan. Más lejos va Carlos Gaymer, biólogo marino de la U. Católica del Norte y compañero de García en la expedición: «Esa isla entrega una visión de cómo era el océano hace 100 ó 200 años». En esa visión hay importantes cardúmenes de peces de mayor longitud, «que están sobre los 40 kilos y bastante largos», dice Gaymer. Por ejemplo, dorados ( Seriola lalandi ) o peces Trompeta ( Aulostomus chinensis ). También, muchos tiburones de la especie Carcharhinus galapagensis : «Ahí encuentras la mayor densidad del tiburón de Galápagos de todo el país», resume García. Se trata de un tiburón agresivo, que marca territorio, pero que no ataca. «Es pura adrenalina. Hay que saber cuál es el momento para salirse del agua», dice el francés. Según La Tercera, estas especies son parte de las conclusiones de esta expedición realizada en marzo y organizada por la ONG Oceana. «Fue el primer paso de otras expediciones. Cuando uno encuentra una biodiversidad que no está descrita o que no espera hallar, te dan ganas de seguir explorando ese lugar», explica Matthias Gorny, director de ciencias de Oceana. Además de los tiburones divisados in situ, el uso de un robot submarino o ROV (Remote Operated Vehicle) permitió llegar por primera vez hasta los arrecifes y grabar las primeras imágenes en alta definición del fondo marino, a más de 100 metros de profundidad. De esa manera, se lograron identificar especies de las que no se tenía registro. Hágase la luz Lo que más llamó la atención de los expertos fue la presencia de algas sobre los 100 metros de profundidad. Lo normal, explica Carlos Gaymer, es que esas especies se concentren en los primeros metros al sumergirse. Algo parecido ocurrió con el coral rojo. «Este coral tiene microalgas que son fotosintetizadoras y dependen de la luz para generar energía», explica. Se requiere condiciones muy especiales para encontrar algas y estos corales a tanta profundidad. ¿Qué condiciones? Básicamente, luz. Y ésta llega a una profundidad impensada para este lado del planeta. «Es que estamos hablando de la zona de las aguas más claras del Pacífico, por eso es uno de los mejores lugares del mundo para bucear», aclara el biólogo marino. Gaymer dice que el promedio de visibilidad en las aguas del continente llega a los 10 metros de profundidad. «Acá tenías visibilidad para bucear hasta los 70 metros «. La expedición científica se realizó en el barco «Plan B», que cuenta con tecnología de punta para la realización de investigaciones de este tipo. La idea de la Oceana es que los registros de investigaciones sobre los ecosistemas marinos como ésta sirvan para proteger estos sitios. «Lugares como Salas y Gómez y otros donde se cree que existen ecosistemas marinos vulnerables, deben protegerse de manera preventiva frente a actividades destructivas como la pesca de arrastre», sintetiza Alex Muñoz, director ejecutivo de Oceana. Foto: La tercera |