Nace un Héroe

Historias de Mar

NACE  UN  HÉROE

            Mario Fuentealba Recabarren, nació el día de la Inmaculada Concepción, el 8 de Diciembre de 1943, y falleció el día de la Ascensión de la Virgen, 15 de Agosto de 1965.  Así, acotada  su existencia entre tan trascendentales fechas, constituyó un verdadero presagio, indicador del conmovedor y sublime acto de valentía, entrega y amor que nos legaría.
            Fueron sus padres el SOM (R) de la Armada, Sr. Juan Agustín Fuentealba M., y la señora Juana Recabarren; de dicho matrimonio fue el tercero de siete hermanos: Camilo, Eduardo, Mario, Gabriel, Aurora, Paulina y Leonel.

                  

NACE  UN  HÉROE

            Mario Fuentealba Recabarren, nació el día de la Inmaculada Concepción, el 8 de Diciembre de 1943, y falleció el día de la Ascensión de la Virgen, 15 de Agosto de 1965.  Así, acotada  su existencia entre tan trascendentales fechas, constituyó un verdadero presagio, indicador del conmovedor y sublime acto de valentía, entrega y amor que nos legaría.
            Fueron sus padres el SOM (R) de la Armada, Sr. Juan Agustín Fuentealba M., y la señora Juana Recabarren; de dicho matrimonio fue el tercero de siete hermanos: Camilo, Eduardo, Mario, Gabriel, Aurora, Paulina y Leonel.
            Ingresó el 15 de Enero de 1959, a la edad de 15 años  a la Escuela de Grumetes. En 1964, contrae matrimonio con la Srta. María Sandoval Cisterna, de cuya unión nace su único hijo Mario, que al momento de la tragedia tenía 8 meses de gestación; y quien, – actualmente-  es un connotado médico.

            – ¡Pero mira…, están muriendo…! – Exclamó Mario estremecido por la angustia, desde a bordo del “Leucotón”, que indefenso yacía varado en un banco de arena de la Caleta Lliuco; en tanto la “Janequeo”, que había acudido en su ayuda,  sucumbía destrozada por la inclemente tormenta que la precipitaba contra la imponente y fatídica Roca Campanario, sometiendo a similar destino a su valerosa tripulación.
            Acto continuo, mientras  descendía por un improvisado andarivel, en dirección de la playa, para ir en auxilio de sus compañeros, fue arrebatado por la inclemente marejada que lo arrojó a la costa, en donde fue socorrido por los valerosos lugareños; luego, vistiendo ropas de uno de ellos, y sobrecogido por la dantesca escena, corrió  por la arisca playa de la caleta, con el corazón oprimido, buscando con sus ávidos ojos entre la escabrosidad del encrespado oleaje, que destrozaba inmisericorde, a la ya desbastada e indefensa “Janequeo”, que sucumbía, llevándose consigo parte de tan apreciable dotación.

            ¡Dios…, mis camaradas…, debo ir en su rescate!
           
            Su estilizada figura se agiganta a cada brazada que lo aproxima hacia su sacra obra, para disputar palmo a palmo a la enfurecida marejada, que pretende devorar los cuerpos magullados y exhaustos de sus camaradas de armas. Al igual cual lo hiciera aquel frío invierno de 1961, en la bahía de Concepción, al salvar a un sargento que accidentalmente había caído por la borda de remolcador “Huemul”, – del cual era tripulante – y cuyo acto le fue reconocido con la obtención de la preciada “Medalla al Valor”; que solo está destinada a hombres de este linaje, que no trepidan en arriesgar sus vidas por salvar la de sus semejantes. Sin embargo, su destino era la obtención del máximo galardón que se otorga “por reiterados actos de heroísmo”; La Roseta Estrella de Oro, que a nivel mundial, muy pocos han obtenido; habida consideración que él, solamente tenía 21 años de edad.
            Desde siempre, fue el ídolo para toda su familia; el ejemplo a seguir, el hijo especial, regalón de mamá. El regreso a su hogar, – cargado de regalos – luego de sus viajes, se transformaban en una fiesta de recibimiento al líder bien amado.
            A decir del S.O. ® Juan Péndola Torres, de su misma especialidad: “fue un hombre transparente y sensible; deportista, alegre y gustaba de la recitación.”

            La camisa del lugareño, – que vestía el héroe al momento de la tragedia – fue la humilde mortaja con que la mar devolvió a tan ilustre marino, para que fuera cubierto con solemnidad por nuestra amada bandera, y acogido con amor  en el seno de la Pachamama; siendo dicha prenda además, el bálsamo que aportó la certeza a la familia, que su cuerpo, – sin vida – había sido rescatado de los dominios de Poseidón.

            Es el hijo Preclaro de Talcahuano y en su honor se han erigido plazoletas, calles y distinciones varias, incluyendo el bautizo del Patrullero PC 75 – “Marinero Fuentealba” que, desde el año 1966, navegó nuestros mares por casi tres décadas, hasta ser dado de baja. No obstante, en un futuro cercano, otro moderno patrullero ostentará – con merecido orgullo -, el nombre de nuestro recordado héroe.
            En el año 2002, con la presencia del Alto Mando, y nuestra Escuadra Nacional, enmarcando un impresionante acto de solemnidad y recogimiento, sus restos mortales junto a los del Cabo Leopoldo Odger Flores, fueron trasladados a la “Escuela de Grumetes”, de la Isla Quiriquina, en donde se les erigió una cripta memorial a nuestros “Héroes de la Paz”, para que su ejemplo contribuya a la formación de los futuros marineros de nuestra Marina de Guerra.
            En Santiago, en el Centro del Personal ® de la Armada “La Esmeralda”, la agrupación “Contingente 59”, promoción de la Escuela de Grumetes, a la que perteneciera nuestro héroe, el Marinero (Mn) Mario Fuentealba Recabarren, han erigido un mural memorial, en donde cada año – el 15 de Agosto -, se efectúa una liturgia en remembranza a nuestros “Héroes de la Paz”, con la asistencia de connotadas autoridades navales, representaciones, familiares y amigos.

            Y así, mientras el tiempo intenta borrar los vestigios físicos de tan homérica proeza – que aún permanecen en la Caleta Lliuco -, la Empresa Audiovisual “UAU Comunicaciones”,  con la colaboración de la cofradía “Contingente 59”, y el patrocinio de nuestra Armada Nacional, se encuentran trabajando en un film documental intitulado: “El último viaje de la Janequeo”, cual será un material histórico que conmemorará no solo a los “Héroes de la Paz”, sino a toda su memorable tripulación.

            El inexorable tiempo avanza, pero nítido surgen en nuestras mentes el recuerdo de nuestros hombres de mar, inscribiendo en las páginas de nuestra ya enriquecida  historia naval, esta heroica gesta que la ennoblece aún más.
            En tanto – día a día -, la húmeda y salobre brisa temprana, barre la playa de la Caleta Lliuco y, entre el rumor de las olas que azotan la superficie de la Roca Campanario, surge como una letanía el emblemático cántico que, coreado virilmente por voces náuticas refrendan inclaudicable:

”Marinos sin vacilar…” 

Santiago, Diciembre de 2012

== ARDAUC == 

CARLOS R. CUADRA ACUÑA
RR.PP. “Contingente 59”
 

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